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La muerte de Marat, obra clásica por excelencia, descrita y analizada hasta la saciedad. En la obra que nos ocupa, un Marat moderno, cubierto por una máscara, introducido en la bañera, a punto de morir, en actitud expectante y al mismo tiempo pasiva, sumisa. La perspectiva nos obliga a situarnos por encima, a observarlo desde un punto de vista ligeramente distante, de superioridad moral, y física. Nos vemos superiores a él, que yace en sumisión, desnudo, con las manos cruzadas, en actitud relajada pero al mismo tiempo depresivo, cansado. 

«…La habitación estaba escasamente iluminada. Marat estaba tomando un baño. Un tablero mal colocado, apoyado sobre la bañera, estaba cubierto con papeles, cartas abiertas y escritos comenzados. Sostenía en su mano derecha la pluma que la llegada de la extranjera había suspendido sobre la página. Junto a la bañera, un pesado tajo de roble, similar a un leño colocado de pie, tenía un tintero de plomo del más grueso trabajo, de donde habían emanado desde hacía tres años tantas denuncias, tanta sangre. Marat, cubierto en su bañera por un paño sucio y manchado de tinta, no tenía fuera del agua más que la cabeza, los hombros, la cumbre del busto y el brazo derecho. Nada en las características de este hombre iba a ablandar la mirada de la mujer y a hacer vacilar el golpe. El cabello graso, rodeado por un pañuelo sucio, la frente huidiza, los ojos descarados, la perilla destacada, la boca inmensa y burlona, el pecho piloso, los miembros picados por la viruela, la piel lívida: tal era Marat.»

Alphonse de Lamartine