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«Un solo gesto puede cambiar el mundo, pero el recuerdo del gesto ni siquiera es real.»

A veces lo turbio, lo oscuro, nos muestra con más claridad la cruda realidad de los hechos.

Es en lo borroso, lo descartado, donde encuentro una verdad profunda, una realidad que es difícil de expresar con palabras. El arte tiene esa función, crearnos emociones, conectarnos con lo desconocido de los hechos, aquello que nos rodea y nos hace sucumbir. La realidad es mucho más dura, más «real» que cualquier elemento ficcionado, que cualquier racionalización de la mente, son hechos directos y para poder transmitirlos de la manera más directa posible nos vemos a veces en la tesitura de confundir los sentidos, de mostrar lo turbio, lo desconocido, lo que no es expresable.

El trato directo con los humanos, vivir la verdad de la vida, la cotidianidad del día a día, nos coloca en una posición de espectadores privilegiados del sueño.

A veces el recuerdo queda distorsionado por el tiempo, la memoria se transforma y lo que creemos recordar no es más que un difuso pasado transformado y aderezado, que nos remite a un tiempo inexistente en el que creemos haber vivido y que tan sólo existe en nuestra mente.

Detalle del pasado lejano

A veces lo turbio, lo oscuro, nos muestra con más claridad la cruda realidad de los hechos.

Es entonces cuando lo difuso entra en juego, cuando la transformación de la memoria borra la realidad, si es que esta realmente existe, y nos inhibe de la base de la materia para introducirnos de lleno en el estado gaseoso de los recuerdos.

Un solo recuerdo puede cambiar tu vida para siempre y sin embargo no estamos seguros de si es real, de si realmente lo hemos vivido, si lo imaginado no es más que un constructo la mente delirante del ser humano. Toda una vida construída sobre pilares tan endebles como la propia vida que sostienen.

La memoria no es más que un constructo mental…