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El ser primitivo es el que nos hace humildes, el que nos dignifica dentro de los deseos más oscuros, más animales.
MONO COCAINÓMANO
Acrílico y Mixta sobre Lienzo
100×70 cm
«A veces me sumerjo en la animalidad, en el origen, y encuentro un motivo poderoso, un instinto primario que nos ayuda a avanzar. La tarea del arte es precisamente remover el tabú, lo que no se debe mostrar, lo que está dentro de nosotros.»
Nos sentimos avergonzados por nuestra propia mente perversa, nuestros pensamientos más íntimos que nos vemos obligados a ocultar. Vivimos en sociedad y se han establecido una serie de normas, de valores arbitrarios que hemos consensuado entre todos pero que nada tienen que ver con el tejido oculto de nuestro cerebro enfermo, o más bien instintivo, porque la enfermedad real es pensar que todos esos pensamientos que poseemos, son «malos» o «buenos» per se. No existe tal sistema de valores, y sin embargo estamos todos convencidos de su veracidad. Lo que en nuestra sociedad es correcto puede perfectamente ser una depravación en otro lugar del mundo. Y sin embargo nos regimos por estas reglas arbitrarias. Tan sólo nos queda el instinto, que nos ayuda a discernir lo que es racional de lo que es puramente visceral.
La texturas chorreantes, caóticas, nos conectan directamente con el subconsciente primitivo.
La cocaína es el símbolo del siglo XXI del tabú prohibido, del poder, el capital. Las drogas, como el sexo y la violencia, forman parte de la triada inmoral, lo que no se debe mostrar. Al final nos vemos atraídos por nuestros instintos, no podemos evitarlo: somos animales, somos bestias.